Entre San Esteban de Gormaz y Burgo de Osma.

El río Duero, que cantan los poetas, que atravesaba espeso el otro día San Esteban de Gormaz, a los pies de la muralla, rodeando álamos de corteza blanca en cuyas ramas el otoño había ido colgando ya su santo y seña, trémulas hojas doradas que susurraban con la brisa colgadas sobre el lecho ocre del río, junto a los arcos de piedra. Luego lo miré desde lo alto, desde la Iglesia de San Esteban, donde la piedra de los fustes y capiteles vestía también su color de otoño. Los álamos escondían entre sus hojas el río de Machado, el de la curva de ballesta en torno a Soria, aquí sólo una perezosa masa de agua que arrastraba a su paso el color de la tierra.


San Esteban de Gormaz, Burgo de Osma, algunas alamedas doradas, Cañón del Río Lobos, al fin, con una multitud de jubilados invadiendo el parking del parque. Era agradable conducir por carreteras secundarias. Pasear por la catedral de Burgo de Osma es volver al pasado, al otro lado del eje, al otro lado del laborar, cuando andaba por los veinte, cuando los ojos y los oídos se paseaban por el mundo a fin de conocerlo y dar razón de él. El silencio y la penumbra siguen siendo el atractivo de estos lugares. Me acerco a una de las capillas; de uno de los confesionarios asoma la mano de un sacerdote. Turno de guardia, es poco probable que venga alguien a confesarse en medio de este silencio, pero... Viejos y anacrónicos tiempos que perviven como fósiles vivos dentro de nuestras estructuras sociales. Ave María Purísima, sin pecado concebida. Repetir la consigna, alimentar el fondo de la conciencia con pertinentes creencias. Purísima quiere decir que no folló, porque follar es malísimo, pecaminoso, sucio, deplorable, y eso no podía hacerlo la virgen aunque hubiera de nacer de ella un hijo; así que algo había que inventar, sin pecado concebida. Porque era virgen, es decir no había tenido gozosas relaciones con un hombre. Los dioses griegos fornicaban y tenían hijos, ya fuera entre ellos mismos con o alguna mortal meritoria. El cristianismo quiso inventar una variante, y como aquellos santos y castos padres de la Iglesia tenían notorios problemas sexuales, no les cupo otra solución que negar la más palpable evidencia e inventar algo contra natura. Los Santos Padres se reunieron en cónclave y se lo plantearon: ¿qué podemos hacer con este asunto? se dijeron. Y no se les ocurrió otra cosa que negarlo, y así la virgen concibió por obra y gracia del Espíritu Santo, que, además, la tradición representaba bajo la figura de una de esas aves estúpidas que engorrinan todas las ciudades con sus chorreantes deyecciones. Concibió por obra y gracia. ¿Pero cómo, qué coño hizo el Espíritu Santo en el útero de la virgen? ¿Atravesó el santuario, y sin pasar por la puerta se instaló en un óvulo que andaba por ahí despistado? ¿No miraría el Espíritu ese siquiera de soslayo el bello púbico, la rajita de la virgen? Y si no miró es que no tenía curiosidad, ni posibilidades de deseo —un ejemplo, claro—; y si no tenía deseos ¿a qué coño se dedicaba este espíritu, que todo lo sabía, que todo lo tenía y que por consiguiente no tenía nada, exactamente igual que ese alumno mío que el pobre está atontado porque sus padres y sus abuelos le dan de todo, le llenan la habitación de juguetes y, a él, por tanto no le queda otra cosa que ser espectador, aunque eso sí, no le permiten salir a la calle porque se puede constipar y le pueden secuestrar los de la ETA? Pues muy fácil, ya se sabe, cuando el diablo no tiene nada que hacer con el rabo mata moscas. En este caso, Dios Padre, aburrido como una ostra no le quedaba otra cosa que dedicarse a joder la marrana al personal, vamos a los hombres, que si una apetitosa manzanita por aquí, que si una culebrita juguetona por allá. El pobre no tenía nada que hacer y como quería divertirse nada mejor que dedicarse al teatro, a montar la escenografía de la tentación, a chinchar al prójimo, a probarle, a ponerle trampitas para que se diera de narices contra el suelo. Se comportaba como lo han hecho siempre todos los aburridos del mundo, todos los autosatisfechos, todos los pagados de sí mismos. Sí, y si no le amas sobre todas las cosas además, pues la cagaste, te manda al fuego eterno; eterno, tío, por toda la eternidad, ahí es na. Es maravillosamente rocambolesco que a un loco de semejantes dimensiones se le haya seguido haciendo caso, alguien que lo que sí hubiera necesitado habría sido un buen psiquiatra que le apaciguase sus delirios de grandeza, su maldad, su egoísmo, sus traumas sexuales. Si bien, hablando con mayor propiedad, a quien habría que destinar las líneas anteriores sería a los popes de todos los tiempos, que inventando un dios a la medida de sus obsesiones, lo que hicieron fue crear un ser ególatra lleno de inefable rencor.

Más allá del confesionario brillan las velitas de las ofrendas, los feligreses piden mediante ellas esto y lo otro a sus santos, a sus vírgenes, y para ello depositaban unas monedas y prendían el cabo de una vela. Un medio baratito para que a uno le toque la lotería, se le cure una pierna, se le aligere una artrosis o el parto por venir no sea problemático. Las velitas lucían hasta que la cera se consumía, momento en que la petición, lógicamente, quedaba cancelada. No, nada de largas listas de espera, si quieres un favor, apoquina, y, además, que la velita quede encendida, que si no no hay tu tía. Pues no, no señor, ahora no es así, ahora las velitas han sido sustituidas por un plástiquito en forma de ridícula velita con llama incluida, en cuyo interior hay colocada una bombillita de linterna. ¿No recordáis aquellos juegos con preguntas y respuestas que encendían una luz cada vez que se tocaba los dos terminales que ponían en comunicación la pregunta con su correspondiente respuesta? Pues ese tipo de jueguito es el que ahora inventaron para esta catedral de El Burgo de Osma, sólo que en este caso se trata de un sistema de comunicación con la divinidad y sus adláteres. Usted deposita su moneda e inmediatamente, a la velocidad de la luz se entiende, se enciende una bombillita dentro de un caperuzón traslúcido de plástico, lo que indica que su ofrenda ha sido aceptada y ya la virgen o el santo de su devoción va a empezar a tener en cuenta su petición. Imagino que, claro, una moneda no va a hacer que aquello esté encendido permanentemente; con toda seguridad habrán introducido un contador cuyo contar estará en relación con el importe de la moneda depositada; sí, como en los parquímetros, vamos, que si se te pasa el tiempo y no ha metido más monedas, multa que te crió; sólo que aquí, por supuesto no hay multa, simplemente te quedas a la luna de Valencia, parirás mal, no se curará la pierna, la artrosis te la vas a llevar puesta hasta el fin de tus días, etcétera... a no ser, claro que sigas depositando moneditas y manteniendo el circuito eléctrico en funcionamiento. Mis únicas dudas están en qué sucederá cuando la compañía suministradora de electricidad corte el fluido, ya sea por avería o porque los responsables de la catedral no paguen la factura correspondiente.

¡Lo que aprende uno viajando! Pero tengo que decirlo, me fastidia llegar al parking del Cañón del río Lobos y encontrarme una multitud de ancianos visitando el lugar. Podían venir espaciados, un día unos, otro día otros, pero no, las diputaciones, el INEM o quien sea no caen en esas sutilezas. Todos juntos que es más barato. El culto al gregarismo sale ganando con ello. Sí, un culto más, velas que poner por todos los lados.

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